Cabalgando viene la luna,
es un espejo ambulante del sol,
un ramaje de esperanzas indecisas,
una flor perdida en el jardín.
Cabalgando viene la luna,
fluye un mar de expresión por mi rostro,
arropo mis encuentros nocturnos
en la constelación de acuario.
Con trote lento llega para mí,
se abre paso con su espada,
mi mente es la revuelta de un rio en junio,
mis manos locura aferrándose a la sombra,
¡Puta!
¡Te inyectas en mi espíritu!
Haces de mi voz
serpientes que se anidan en la piel,
Ay putilla que cabalgas el incesante mundo del pensamiento,
al amanecer te llevas el presagio de la muerte,
y mi boca que te ciega
con insultos de pasión
Antonio Ruiz Ruiz
De “el canto de la
noche” (Ensenada Baja california) 1992.
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