Callabas,
no sé qué pensamiento te abatía
ni que oscuridad tan prematura
marchitaba tu piel en un instante,
ya no pude acompañar a tu silencio,
y rotas mis palabras balbucían
absurdas conjeturas,
tratando de alegrarte me perdí,
Nunca supe, Jamás pude
entenderlo,
y aunque hubiera punzado en mi alma
no recuerdo o niego
el que dijiste,
anhelando en intervalos de locura
tus manos jugueteando en mi epidermis
y tu voz que en tiempos (no sé cuáles)
murmuraba promesas a mi oído,
Hoy no sé si estuviste
o estarás,
pero el cuerpo sugiere tu presencia
en la hora clave de la noche,
donde cómplice inmortal de las caricias
fue el silencio hasta
ahora impenetrable,
te recuerdo,
y se de tu presencia y se que estas aquí,
en el inédito mar de mis palabras
y el infinito espiral del pensamiento,
te recuerdo con tal fuerza
que el espíritu advierte tu llegada
en cualquier momento venidero,
y baila y ríe de locura
presintiendo el regreso de tus besos
y el instante eterno para amarnos.
Antonio Ruiz Ruiz
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