Debajo de la luna me cobijo de sombras,
espesas sombras,
nubes,
pensamientos,
fauces abiertas,
bóveda nocturna,
dédalo de espejos que reproducen abismos
ahítos de soledad.
Atónito de su hondura,
leo en mi mano la oscuridad
del destino,
y otros cuerpos densos se introducen
debajo de estas sombras que me arropan.
Procesión de muertos,
espectros remembrados en la costa
donde la barca del tiempo
desdibuja su rostro.
desdibuja su rostro.
¿Sabes?
La noche es un murmullo,
si.
apretado murmurar de voces idas
y cuerpos sin rostro que se acercan.
Para que presientas
sus pasos
se sientan junto a ti,
junto a mí,
y b albucen,
reclaman un lugar que no les pertenece,
su largo balbucir tiene el sonido
del ruido intestino de la tierra
y el hábil aletear de los murciélagos,
un sonido gutural de agua profunda
y un sabor de tristeza, y un matiz de nostalgia,
y tiene nada,
Se acercan a nosotros para intimidar el alma
¡Escúchalas soledad!
A hora se alejan,
y sus pasos
son caracoleas escaleras que descienden,
teclas de un piano del que emana
su música grotesca.
Óyelas alejarse hacia la luna,
porque anhelan estar cerca de la luz
no alcanzan a entender que llega el día,
¡Pero no las asustes!
Tienen su historia,
y vienen a contarla cada noche,
cuando los sueños
subsisten enredados
entre esos rayos espesos de la luna
sin llegar a la almohada.
Antonio
Ruiz Ruiz
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