A mi puerta ha llamado
la vendedora de sueños
con su canasto de sobres
amarillos,
ha llamado mientras miro
descender tras la montaña
los vestigios transparentes
de la luna
Y cubrirse entre la bruma
estremecidos de frío
los robustos edificios
de la orbe,
me ha brindado conforme
a sus limpios intereses
rodajas de sol mondado
y bien seco,
encerradas en el lecho
crujiente de los estuches
de colorido aluminio
decorado,
como a propósito pintado,
como a propósito elegido,
de un mural de impresionistas
sicodélicos,
me he negado al ilícito
acto de comer sin gusto
semejantes orejones
ya salados,
y ha extendido en la mano
en cubica lata encerrada
porciones de noche fresca
y liquida...
Antonio Ruiz Ruiz
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